lunes, 16 de julio de 2012

Joaquín Sánchez Pagán, uno de los primeros y más apreciados vecinos del Barrio del Hipódromo


Promovió hace noventa y cinco años la primera procesión de la Virgen del Carmen por las calles de los barrios del Real e Hipódromo, regentó la imprenta El Progreso y como periodista dirigió varias publicaciones


  Anuncio publicado en la revista La Ilustración del Rif, septiembre de 1925                                                                  
    De profesión impresor, Joaquín Sánchez Pagán abandonó su Murcia natal en el año 1910 para establecerse en Melilla junto con sus familiares, al igual que otros muchos hombres y mujeres del Levante y Andalucía principalmente, deseosos por mejorar sus condiciones de vida al amparo del desarrollo vertiginoso que experimentaba nuestra ciudad a consecuencia de la recién acabada campaña militar del Rif que abrió el Norte de Marruecos a la acción colonial española.

   De los primeros vecinos del Hipódromo
   La campaña militar iniciada el 9 de julio de 1909  tuvo como consecuencia inmediata el aumentó de  la población civil de Melilla de 12.000 a 21.000 personas, muchas de ellas faltas de adecuado alojamiento. Grave problema que intentó resolver el general Arizón, como presidente del Municipio, de la Junta de Arbitrios, con la creación de nuevos barrios. Demarcando para ello solares a ceder en usufructo, primero en  el Tesorillo y a partir del 11 de marzo de 1910 en la zona conocida en la actualidad como Barrio Hipódromo. Más pronto este último  resultó insuficiente, y como  ampliación nació el Barrio del Real. Unas nuevas expansiones urbana completadas en el mismo año 1910 con la creación de los barrios Industrial y Príncipe.
    Joaquín Sánchez Pagán llegó a Melilla a comienzos del año 1910 procedente de la provincia de Murcia donde era propietario de una imprenta afectada por la crisis económica que asolaba la zona. Confiaba trasladar hasta nuestra ciudad su modesta industria con la ilusión de mejorar las condiciones de vida de su familia, ante las enormes posibilidades de negocios que aquí se abrían. Intentó encontrar un local adecuado, y ante su imposibilidad por la gran demanda existente decidió solicitar al Municipio – la Junta de Arbitrios – un solar en el incipiente Barrio del Hipódromo. Poco tiempo después, aproximadamente un mes, su solicitud tuvo feliz respuesta ya que le fue cedido el solar con el número 42, provisto de 72 metros cuadrados donde instaló su taller de impresión bajo el cobijo de una barraca con la finalidad de tomar posesión del terreno de forma rápida. Albergue provisional que según las directrices de la Junta de Arbitrios debía transformar en edificio de mampostería en un limitado periodo de tiempo, cosa que realizó muy pronto, entre los meses de octubre de los años 1911 y 1912.
   En tanto levantaba de mampostería el local de su industria, el señor S. Pagán montó la imprenta en el centro de la ciudad, en la antigua calle Granada, hoy denominada Justo Sancho Miñano.
   La imprenta, que también encuadernaba y tenía a la venta material de papelería, llevó por denominación El Progreso, y estuvo definitivamente radicada en el número 14 de la calle Méndez Núñez, principal calle del Barrio Hipódromo también conocida como la calle Ancha, esquina con Churruca y provista de un chaflán que se conserva en la actualidad a pesar de que el edificio original desapareció hace bastantes años. Mientras que el domicilio particular de Don Joaquín se localizó cuatro calles más abajo hacía la playa, en el número 26 de Sánchez Barcaiztegui.     

   Líder vecinal: Primera procesión de la Virgen del Carmen
   La principal entidad cultural y deportiva del Barrio del Hipódromo fue el Club Melilla que desde su fundación en 1917  sostuvo con sus propios medios económicos una escuela primaria donde recibían instrucción unos cuarentas  niños y niñas, mantenía un equipo de futbol y organizaba con frecuencia charlas y  festivales lúdicos. En ella don Joaquín S. Pagán fue  vicepresidente en sus comienzos y años más tarde, en 1924 ocupó su presidencia. Rindiéndosele un homenaje en este Club en 1925.
   También en 1927  nuestro carismático tipógrafo fue elegido presidente de la Junta de Festejos del Barrio del Hipódromo.
   Joaquín S. Pagán fue uno de los dirigentes que promovieron hace ahora noventa y cinco años, concretamente el 16 de julio del año 1917, la primera procesión por las calles de los barrios Real e Hipódromo de una imagen de Nuestra Señora del Carmen. Virgen con gran número de devotos en esta zona entonces mayoritariamente poblada por pescadores y mineros, así como modestos artesanos y comerciantes.
   La comisión vecinal que con gran entusiasmo organizó esta primera procesión, seguida de verbena estuvo presidida por Rogelio Navarrete en representación del Barrio del Real, y Joaquín Sánchez Pagán por el Barrio del Hipódromo.
   Desde entonces, este año de 1917, y de manera continuada, la Compañía Española de Minas del Rif colaboró desinteresadamente con la  Comisión de Festejos del Barrio del Hipódromo, aportando diversos materiales y servicio. Así podemos precisar que en 1968 facilitó seis postes para el tendido del alumbrado eléctrico y exorno de las fiestas en honor de la Virgen del Carmen, la Feria de este Barrio. No dejemos en el olvido que los antiguos poblados mineros de Uixan y San Juan de las Minas, en la zona de Seganga, los obreros de la Cia. Española de MM. del  Rif también tuvieron por Patrona a la Virgen de los marineros, celebrando su festividad con verbenas. Y que igualmente uno de los fortines levantados para proteger aquellos parajes llevó el nombre de Nuestra Señora del Carmen.
   En los primeros días del mes de julio de 1917 los habitantes de los barrios del Real e Hipódromo unieron sus esfuerzos para hacer realidad el deseo de todos: contar con una imagen de la Virgen de Carmen, para tenerla más cerca en sus plegarias. Y con esta finalidad adquirieron una figura mediante suscripción popular al mismo tiempo que comenzaron a recaudar fondos para levantar una capilla a la entrada del Barrio del Real.
También estos vecinos consiguieron de la Junta de Arbitrios la proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona de ambos barrios.
   Para la solemne ocasión de la primera procesión se proyectó construir artísticos altares en los baños Las Delicias y calle Real, actualmente desdoblada y con la denominación de Coronel Cebollinos y Capitán Arenas, el adorno de fachadas, levantamiento de arcos y exorno general. Así dos días antes de la efemérides la prensa local informó que se construirían vistosos arcos en las calles de Villamil, Méndez Núñez, 18 de julio y en los pasos a nivel de las líneas de los ferrocarriles de la Compañía Española de Minas del Rif y Norte Africano, esta última después denominada SETOLAZAR. También que Ramiro Santamaría, propietario del Jardín Valenciano, adornaría gratis la fachada de la capilla,  que Sr. Urtiaga, empresario del ramo eléctrico correría con la cuenta de la iluminación y el Sr. Garcerán donaría cien cirios para dar más brillantez a la procesión.
   Por su parte la Junta de Arbitrios facilitaría a la comisión organizadora numerosas palmas, banderas, escudos y otros elementos destinados al adorno de los arcos y fachadas, al igual que se comprometió a reforzar el alumbrado público de las calles de la Estación, actual General Villalba, y 18 de julio, ahora avenida de La Legión, con formidables arcos voltaicos.
   La esperada procesión saldría de la Capilla del Barrio del Real, seguiría por la calle Villamil, playa, calle Méndez Núñez, calle de la Estación, 18 de julio y finalmente terminaría en la calle 9 de julio, hoy rotulada con los nombres de las Infantas Elena y Cristina. Siendo conducida la imagen de la Virgen del Carmen por personal de la Compañía de Mar, mientras que una comisión de la tripulación del cañonero Recalde la acompañaba
   La verbena se celebró entre las ocho de la tarde y las dos de la madrugada, estando amenizada por una banda de música militar y para que a la concurrencia no le faltara de nada se autorizó a los cafés, cervecería, cantinas y establecimientos análogos de la zona a permanecer también abiertos. No en vano estos negocios contribuyeron económicamente a los gastos originados por los festejos.
   Algunos de los más destacados vecinos de los barrios del Real e Hipódromo levantaron templetes ante sus negocios, destacando el montado por el Señor Sánchez Pagán y  en la playa por el propietario del los baños Las Delicias, don José Antón.
   Además un anónimo benefactor  aportó un donativo de quinientas pesetas para atender obras benéficas.
   Finalmente debemos recordar que en este mismo año 1917 fue también inaugurado el centro lúdico y cultural Casino del Real, importante entidad que permanece activa y próxima a cumplir su primer centenario.
   Publicaciones de la imprenta El Progreso
   En los talleres de El Progreso se imprimieron durante un buen número de semanas la revista literaria Melilla Joven, cuyo primer ejemplar vio la luz el día 10 de agosto de 1913. Considerada órgano de expresión de la juventud literaria melillenses, y liderada en la sombra por Tomás Segado, años más tarde director de El Telegrama del Rif, colaboraron en ella los periodistas locales más conocidos. Y semanalmente se ponía a la venta en el paseo principal del Parque Hernández.
   Posteriormente, en 1918 comenzó a dar forma al semanario El Cañón. Entre los años 1921 y 1925 sacó El Quijote con periodicidad mensual y del año 1923 a 1925 al semanario de aparición dominical El Profeta.
   Periodista
   Además de impresor, Joaquín Sánchez Pagán ejerció el periodismo, concretamente como director y redactor jefe de algunas de las revistas que se realizaron en su imprenta, así fue director de El Cañón y El Quijote, y  redactor jefe de El Profeta bajo la dirección de Fermín Requena.
   En todas las revistas, que hemos tenido ocasión de contemplar, impresas en los talleres de don Joaquín S. Pagán, junto a las habituales noticias de Melilla, aparecían informaciones específicas de los barios Hipódromo y Real. Una curiosidad a resaltar en el amplio campo de las publicaciones de nuestra ciudad y evidente muestra del afecto que profesaba por esta zona de nuestra ciudad.
   Su gran vinculación con el periodismo lo llevó a formar parte de la Asociación de la Prensa de Melilla.
   Epílogo
   El regreso a sus cuarteles peninsulares de gran parte de las unidades que habían llegado a la ciudad en el año 1921 para participar en la campaña de reconquista y desquite que siguió al desastre de Annual, ocasionó una crisis económica en Melilla.  Acentuada en parte por el desplazamiento del frente principal de combate a la zona de Alhucemas en 1925 y culminada dos años más tarde con la finalización de las operaciones que llevaron a la pacificación del Protectorado. Recesión que afectó al sector de las artes gráficas locales, y por ende a la imprenta El Progreso de don Joaquín Sánchez Pagán, quien tuvo necesidad de acceder a eventuales puestos de trabajo en la administración municipal, la Junta de Arbitrios. Donde entre otros puestos ocupó en 1924 el de guarda muelles interino, con la tarea de custodiar los paquetes postales y más tarde, en 1927, el de escribiente en el Matadero. Permaneciendo en esta última actividad escasos días debido a  enfermedad que lo obligó a presentar la dimisión.
   Estuvo casado con doña Josefa Pina Puisalber.
   Tres años más tarde, el 19 de diciembre de 1930 falleció don Joaquín Sánchez Pagán a consecuencia de bronquitis crónica, contando sesenta y tres años de edad, dejando para siempre el imborrable recuerdo de un sencillo hombre de bien en las calles y plazas de su barrio, el Hipódromo.  
                                                                                                     por Juan Díez Sánchez
                                    ( de la Asociación de Estudios Melillenses )

Artículo publicado en el diario Melilla Hoy el domingo 15 de julio de 2012.


domingo, 17 de abril de 2011

EL NIÑO Y EL ARTILLERO: EL ÚLTIMO BESO

Quien no ha visto la película interpretada por Charlton Heston, “55 días en Pekín” y no se ha enternecido durante las escenas en que el protagonista, un mayor (comandante) del Ejército norteamericano, se hace cargo de la hija de su compañero, otro oficial caído en el combate o, el final de la película “Boinas Verdes”, interpretada por John Wayne en la que también este, se hace cargo de un pequeño vietnamita al colocarle la boina verde sobre su cabecita ya que había perdido también al sargento que de él cuidaba. Son historias en las cuales, siempre se puede decir que son película pero que conmueven y que todo y ser ficción, son historias reales como la que tuvo lugar aquellos calurosos días del verano de 1921, en que por acción de las huestes de Abd-el-Krim, la Comandancia de Melilla se vino abajo, siendo uno de los mayores descalabros del Ejército español y aún y así, hubo muchos rasgos de valentía y heroísmo.

Esta, es una historia real, que encontré navegando por las páginas de la prensa de aquellos años. La crónica de dos personas que murieron a manos de los rifeños, el 9 de agosto de 1921, un pequeñín de dos años, al que un pobre artillero, de la 1ª Batería de Montaña del Mixto, herido con tres balazos, que se replegaba junto a otros, desde Annual a Monte Arruit, y que encontró llorando sólo en el borde de la carretera y junto al cadáver de su madre (4), que conducía a aquella maltrecha fuerza castigada por los rifeños llevándole con él, hasta que al caer la tarde del 23 de julio de 1921, arribaron a Monte Arruit.






En aquellos días de julio y agosto de 1921, habían buscado refugio en la posición de Monte Arruit tras el descalabro que había sufrido el Ejército español a manos de las huestes de Abd-el-Krim los restos del mismo y que provenían del resto de posiciones que ya habían caído, entre otras Annual. Con las tropas, no sólo llegaron militares sino también civiles entre ellos, niños. Sobre los niños, el Teniente Coronel D. Eduardo Pérez Ortiz, del Regimiento de Infantería de San Fernando, en su diario que más tarde se publicó bajo el título “18 meses de Cautiverio”, recordaba el detalle siguiente con respecto a los niños y el reparto del agua en aquel caluroso verano del 21 (textual) (7).

“…Niños pequeños se presentan con un cacharro, y, con su carita entristecida miran medrosos al que distribuye el agua, al oficial que vigila el reparto, y se sabe que alguien ha tomado su parte, pero… repiten: ¿quién es capaz de negársela? Cuando esta penosa labor que todos los días presencio termina, ocurre siempre lo mismo: nos han engañado; no puede haber tanta gente como raciones se nos han pedido…”

El cálculo de fuerzas militares que había en aquellas fechas en Monte Arruit, según dejó constancia D. Eduardo Pérez Ortiz, era la siguiente: (7)

Regimiento de Infantería de San Fernando nº 11: 670 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de Ceriñola nº 42: 315 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de África nº 68: 210 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de Melilla nº 52: 130 individuos de tropa. Escuadrones de Caballería de Alcántara nº 14: 88 individuos de tropa. Fuerzas de Artillería: 450 individuos de tropa. Ingenieros Zapadores: 350 individuos de tropa. Intendencia : 12 individuos de tropa. Total fuerza combatiente: 2.225 hombres. Jefes y Oficiales del Regimiento de Infantería de San Fernando: 33. Jefes y Oficiales de otros Cuerpos: 77.


A la llegada de las tropas y civiles, se calcula en Monte Arruit debía de haber unas 3017 personas. Los víveres que había allí, para la manutención de todas esas almas que aguantarían 12 días de asedio, eran de 23 sacos de arroz, 16 de judías y 10 de garbanzos. Había también algo de café, y 209 litros de aceite. El resto de las viandas, provendría de lo que pudiese llevar cada uno en su zurrón y del sacrificio de los caballos que allí había. Otro gran problema fue el agua ya que esta, se debía de traer a la posición que ocupaba una superficie de unos 10.000 metros cuadrados de un pozo fuera del recinto. (8). Sobre las armas y municiones que en Arruit había, Celso Almuiña Fernández, cita en “El Desastre de Annual (1921) y su proyección sobre la opinión pública española”, que (textual) (8): “…Doce días va a durar el asedio de los rifeños a Monte Arruit, en donde han conseguido refugiarse un total de 3017 hombres los cuales disponían de escasas municiones y víveres…”

Las cantidades de víveres, ya se han mentado y con respecto a las municiones, D. Celso Almuiña cita: “…el Cuerpo que más logró reunir fue el regimiento de San Fernando, que al comenzar el asedio poseía 11 cargadores, o sea, 55 cartuchos por combatiente, con los que defendió en 12 días e hizo la mayor parte de las aguadas. Ceriñola por ejemplo, para 280 hombres tenía solo 200 fusiles, reunió 30 cartuchos por arma, y una caja en reserva que no llegaba a 200 cargadores…”


El asedio a Monte Arruit

De lo acontecido en la última posición que aguantaba tras la caída de Abarrán, Igueriben, Annual, Ben Tieb, Bufahora, Cheif, Dar Drius, Batel, Tistutin, de donde partía el ferrocarril a Melilla, y Zeluán, aquel caluroso verano de 1921, el rotativo madrileño “La Época”, del jueves 11 de agosto, daba a conocer, bajo el título “…La Tragedia de Monte Arruit…”, daba a conocer a la opinión pública, lo que en dicha posición acaeció durante su asedio, de la forma siguiente (textual): (9).

“…La Tragedia de Monte Arruit. La defensa heroica. Lucha imposible. Parlamentando con el enemigo. Nueva traición de los moros. El general Navarro en poder del enemigo. La hermosa página guerrera de Monte Arruit, que en el recuerdo de la actual contienda ocupará siempre un glorioso lugar, ha terminado con una traición de los moros, como la tragedia de Zeluán, como el inhumano episodio de Bu Ermana. El parte oficial, en su absoluto laconismo, no da detalles del doloroso hecho y particularmente no se ha tenido noticia ninguna, El publico que ha seguido con extraordinaria y justa ansiedad los episodios e incidentes de esta lucha homérica, espera con vivo interés detalles del desenlace.

Profundamente lamentan todos este triste término de la gloriosa tragedia entre cuyas víctimas figuran el valiente Primo de Rivera y el bravo comandante Simeoni. El baluarte de Monte Arruit, tan heroicamente sostenido, en lucha contra todas las penalidades, era jalón de gloria de esta lucha, que hacía olvidar otros dolores, otras hondas amarguras. Desde que se inició la retirada de las fuerzas del general Navarro, cumpliendo las órdenes del general en jefe, a través de los trágicos desfiladeros en los que los soldados españoles cayeron acribillados por las balas enemigas, todos han seguido con animación y creciente anhelo la terrible odisea.

Página honrosísima de esa retirada fueron las cargas de los valerosos soldados del Alcántara al mando del teniente coronel Primo de Rivera. Desde Dar Drius el repliegue a Batel y Monte Arruit, se hizo sosteniendo el prestigio de la bandera con una resistencia indomable, con un espíritu de abnegación increíble, con un valor heroico.

En torno al ilustre general Navarro se apiñaron unos cuantos centenares de españoles beneméritos. . Allí fueron recogidos los fugitivos de Anual y de otras posiciones, después de los primeros horrores de la tragedia. La entereza, el valor y el patriotismo de Casa Davalillo, prestó a todos nuevos alientos y la disciplina se mantuvo inquebrantable, y todos jefes y oficiales y soldados cumplieron en valor y en espíritu de sacrificio.

Día por día hemos seguido la lucha sangrienta y heroica librada en Monte Arruit, de la que apenas se sabía nada. Los partes del general Navarro eran siempre concisos, lacónicos, desesperantes; “No ocurre novedad”. Y se sabía que la posición estaba rodeada por miles de enemigos bien armados, que además disponían de cañones; que el cerco se apretaba cada día más, angustiosamente y que diariamente caían heridos o enfermos algunos soldados nuestros. Algunas veces el parte del general Navarro contenía una línea más, dando noticia de los muertos.


Un día agregaba: -Tengo que añadir a las novedades del día la muerte de Primo de Rivera y de Simeoni- En la posición había unos 400 hombres útiles y más de 300 heridos o enfermos, para cuya asistencia no había más que un médico, enfermo también, víctima de la fiebre. Los que quedaban en pie, jefes, oficiales y soldados, luchaban denodadamente en los parapetos con los fusiles y las ametralladoras. Si alguna vez flaqueó el espíritu de algún soldado antes de que pudiera contagiarse a otros, el general Navarro le dejaba ir, paternalmente, por si a favor de las sombras de la noche podían lograr el refugio de Melilla. ¡Cuantos días de zozobra y de angustia!, ¡Cuantos episodios heroicos y cuanto sacrificio!. Fue terrible la lucha contra el hambre. Faltaron las provisiones muchos días y, cuando llegaron los aeroplanos a aprovisionarles, los víveres eran insuficientes. Los sacos de pan, los paquetes de medicinas y las barras de hielo, caían muchas veces fuera del campamento y había que conquistarlos a tiros, en lucha rabiosa con los moros. Los jarqueños robaron los ganados de que habían podido disponer. Quedaron algunos caballos y cada día se mataba uno para poder comer. Y el último en tomar alimento era el general Navarro, padre más que jefe de aquel grupo de soldados beneméritos. Cuando se logre saber todos los detalles de esta desesperada lucha, aún resaltará más la personalidad del heroico general Navarro, figura gloriosa de esta lucha. Aún fue más espantosa la lucha contra la sed. Los bravos defensores del baluarte de Monte Arruit estuvieron hasta tres días sin agua.

Hubo que salir a conquistar la aguada en una contienda verdaderamente heroica, y a costa de la sangre de muchos hubo agua para todos. Pero en la apretura del cerco y con el aumento extraordinario del enemigo se perdió de nuevo la aguada, y apenas se tuvo ya más que el insuficiente auxilio de las barras de hielo. Y así un día y otro, en lucha desesperada, incomprensible, sostenida con el mismo heroico entusiasmo, con voluntad firmísima de resistir hasta el último instante, sacrificando la vida por la Patria, como Primo de Rivera, como Simeoni, como tantos otros. La gente se preguntaba ¿cómo no se acude en auxilio de esos valientes, para salvar a españoles tan dignos de admiración? Pero el auxilio era imposible, cual en Nador y Zeluán. ¡qué más hubiera querido el ilustre general Berenguer!. Para llegar a Monte Arruit hubiera sido preciso que una fuerza numerosa recorriera cerca de cincuenta quilómetros que le separaban de Melilla, atravesando una comarca sublevada, en que se concentrarían rápidamente más de ocho mil enemigos, perfectamente armados, perdiendo centenares de vidas de soldados no curtidos en la lucha. ¿Se podía en esos momentos afrontar un nuevo desastre? Si fuese tan sencillo llegar a Monte Arruit, el problema de Melilla, tan grave, tan difícil en estos momentos hubiese tenido tan solo una relativa importancia. La resistencia era ya imposible de sostener, por falta de medios, por falta de fuerzas en los hombres extenuados, aunque los espíritus esforzados empeñáronse en sostener la lucha. Era el sacrificio estéril, el holocausto de vidas inútil y se dio la orden de parlamentar, para estipular una capitulación honrosa y para que aquellos valientes volvieran con vida a Melilla.

En los parapetos de Monte Arruit se izó la bandera blanca, y el general Navarro contra su voluntad, consintió en parlamentar con los jefes de la jarca enemiga que llegaron a su presencia. Pero entonces ocurrió lo inaudito, la traición infame de la que habla el parte oficial, cual la desarrollada en la inicua tragedia de Zeluán. Cuando se habían suspendido las hostilidades y callaban las armas y el general Navarro parlamentaba con los jefes moros, acaso contra su voluntad y las órdenes de estos, la chusma mora asaltó la posición y penetro en ella a sangre y fuego. Esto demuestra el espíritu de insubordinación que cunde en la jarca y la falta de autoridad de sus jefes. Protegidos el general Navarro y su Estado Mayor por los moros notables, sus vidas fueron libradas del asesinato. Según el parte oficial, hállanse en la casa del caid Chellal. Todos los españoles formularan en estos momentos ardientes votos para que estas noticias se confirmen y para que el heroico general Navarro vuelva pronto a Melilla…” Cierto era.

Una vez los soldados españoles entregaron sus armas, los rifeños se abalanzaron sobre ellos entregándose a un verdadero baño de sangre. A tiros, a gumiazos, inflingiendo torturas y otro sinfín de salvajadas, fueron acabando con la vida de la mayoría de aquellos valientes. Prueba de ello, eran las narraciones en prensa aparecían en octubre de 1921, al recuperarse de nuevo por parte del ejército español aquella posición y el dantesco espectáculo que en ella encontraron, como quedará descrito en el diario “ABC” del 26 de octubre de ese año como en tantos otros rotativos de la época. De los defensores de Monte Arruit, sobre unos 3.000, los que no habían caído en el combate, marcharon al cautiverio con el general D. Felipe Navarro muy pocos de ellos ya que se calculaba que pudo haber entre 2.300 y 2.600 muertos. Sobre dicha carnicería, Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March en su libro “El Desastre de Annual”, mentaban que una vez el general Navarro había ordenado a la fuerza que entregaran las armas y empezaran a salir del campamento junto a los heridos y enfermos que habían sido colocados en camillas, (textual) (10): “…Ahora se encontraban a cincuenta metros de la posición ¡Como latirían los corazones de aquellos hombres que se alejaban camino de la libertad!. Cincuenta metros…. Se incorporaron de repente dos filas de moros que permanecían escondidos a la espera y empezaron a fusilar a los hombres de la columna desde todos los sitios. Los soldados se dispersaron huyendo locos de terror. Iban cazándolos a tiros o los apuñalaban. Surgieron centenares de moros que mataban y mataban, ensangrentándose las manos, las chilabas y las armas (…) El dia de le rendición habían en Monte Arruit más de dos millares de supervivientes. Allí estaban, ahora todos muertos. Los cadáveres cubrían las laderas. Y la sangre empapaba la trágica colina…” Para hacerse una idea de la matanza que hubo en Monte Arruit a manos de los rifeños, a fecha 8 de agosto de 1921 (un día antes de la rendición), quedaban 1.675 hombres en total contando a un General (D. Felipe Navarro, Barón de Casa Davalillos) y a los Jefes y Oficiales. Había habido hasta el momento, 660 bajas de las cuales, 258 habían fallecido y los 402 restantes, eran heridos (7). Dos de los que en Arruit estaban aquel 8 de agosto de 1921, eran el Artillero González Cabot y el pequeñín de 2 años recogido en la carretera.


El Artillero González Cabot

Esta, es la historia del Artillero Cabot, hijo de D. Agustín González Álamo, labrador de profesión y de doña Águeda Cabot Francés (3), el cual, había ingresado en el servicio el 27 de febrero de 1920 y de un niño, del que se desconoce por el momento su nombre y que quedó recogida en la Revista mensual madrileña “Nuestro Tiempo” correspondiente al mes de julio de 1922. Los hechos, quedaron plasmados de la mano del Teniente Coronel Diplomado en Estado Mayor D. Antonio García Pérez, de la forma siguiente (textual) (1). “…Como murió en África el heroico soldado Pedro González Cabot, que nació en Santisteban del Puerto (Jaén) el 28 de enero de 1898, según folleto publicado en la revista “Nuestro Tiempo”, en el número de julio de 1922. Por D. Antonio García Pérez. Teniente Coronel Diplomado de Estado Mayor. Se hace esta tirada por Acuerdo del Ayuntamiento de 13 de Diciembre de 1922…” Pedro González Cabot. “…Soldado de Artillería y héroe en los trágicos días del mes de julio. Llegan a Monte Arruit los fugitivos de otros campamentos, heroicos jirones de bellísimas defensas; sedientos y extenuados, muchos de ellos heridos, se acogen esperanzados a dicha posición; es el día 23.


Los hechos:

Herido de tres balazos, uno de ellos en el pecho, arriba a Monte Arruit el artillero Cabot; sobre sus hombros trae un niño, una criatura de dos años, hijo de una pobre mujer de Annual; el niño, completamente desnudo, apoya su cabeza sobre los sudorosos cabellos del humanitario soldado. Llegaron –escribe Pedro Mata- silenciosos uno y otro, cerrados los párpados de la criatura, sangrientos los ojos del soldado. El polvo del camino había puesto sobre ambos una espesa capa blanquecina. No se conocían. El herido, desangrado y febril, más débil que el niño, más sediento de amparo que aquella criatura desnuda, le halló abandonado y solo sobre la carretera; sobre el peso de sus heridas, que convertían en plomo sus músculos ágiles, quiso poner la dulce boca de aquella carnecilla tierna e inocente, y con ella, solo, sin ayuda de nadie, y con la vista puesta en el arco de Monte Arruit, llegó a la posición al caer de la tarde y sin pronunciar palabra acostóse tras el parapeto. Aquella noche durmieron juntos, como un padre y un hijo, sobre la dura tierra. Resistió después el soldado a sus heridas.

De la criatura sólo sabían los soldados que era un niño sediento, que bebía mucha, mucha agua… Durante los interminables días del asedio, entre el estruendo de las bombas y los ayes de los heridos, puso su nota amarga en Monte Arruit el llanto del niño que recorría, sin conciencia del peligro las resecas trincheras pidiendo a todos ¡agua!, ¡agua! Y cuéntase que hasta los más egoístas se desprendían de su pequeña ración, y aquí y allá, en este y en el otro parapeto se veía al pequeñuelo entre los brazos de algún soldado, que, enternecido, le entregaba el enorme tesoro de su cantimplora, casi exhausta. El soldado y el niño soportaron los amargos días de la defensa, el soldado velaba por aquella niñez desvalida y doliente, prodigándole todas las ternuras de su alma; el niño era el ángel con que Dios consolaba al buen soldado en sus tribulaciones por la patria. Monte Arruit se rindió famélico y sediento; salieron de su recinto los españoles con la majestad del dolor en sus semblantes; Cabot salió también con su pequeñuelo en los brazos; minutos después, aquellos indefensos españoles caían fusilados cobardemente por la traidora morisma. ¡Escena de sublime martirio!. Horrorizado Cabot, comprende resignadamente el término de su existencia; besa enternecido al niño; y como sí en su corazón de ángel hablase al Dios de sus íntimas creencias, así reza; -Padre nuestro que estás en los cielos…-.

El plomo rifeño corta la existencia del niño y del soldado… Cuando meses después recuperaron los españoles a Monte Arruit encontraron dos cadáveres unidos en estrecho abrazo. ¡Eran el del niño y el del artillero que murió poniendo el beso de su alma cristiana sobre la frente nacarina del niño infortunado!...” En prensa, concretamente el también rotativo madrileño “La Correspondencia de España”, uno de sus redactores, el Sr. Mata, daba a conocer esta historia a la opinión pública, de la forma siguiente bajo el título “…El soldado gigante y el niño abandonado…” aquel hecho (textual) (2): “…En Monte Arruit había una guarnición de cincuenta o sesenta soldados. El día 23, abandonadas ya todas las posiciones de primera línea, empezaron a acudir a ella tropas en gran número. Ya el día anterior algunos soldados que llegaron por la carretera, procedentes de Anual, hablaban de la derrota y del suicidio del general Silvestre.

El general Navarro había pasado por Monte Arruit, y se dirigió al Batel y a Dar Drius, donde, como es sabido, recogió la columna. Con los soldados que llegaban a Monte Arruit, sedientos, extenuados, se recibían las primeras noticias incompletas de la catástrofe. Anual, perdido; los campamentos, ardiendo; el material, abandonado; todos los jefes, muertos en la retirada… Por la gran arcada que da acceso a la posición iban entrando los soldados fugitivos, heridos muchos de ellos, amparándose unos en otros. Llegaban también algunos paisanos. La posición acogíales a todos.

Los últimos rayos del Sol, en el ocaso, alumbraron el día 23 tristes escenas. Un soldado de Artillería, alto como un gigante, llegó jadeando al pie de la posición y subió extenuado toda la empinada cuesta. Luego se supo que se llamaba García Cabot, y pertenecía a la primera batería de montaña del mixto. Venía herido de tres balazos, uno de ellos en el pecho.

En lucha mortal con el sudor y la fatiga y en una marcha de muchos kilómetros, habíase desgarrado la guerrera y la camisa, llenas de sangre. Sobre los hombros traía a cuestas un niño, una criatura de dos años –hijo de una pobre mujer de Annual-, completamente desnudo, que vencido por el cansancio y el miedo, se había dormido, y reclinaba la mejilla sobre los cabellos, húmedos de sudor, del soldado.

Llegaron silenciosos uno y otro, cerrados los párpados de la criatura, sangrientos los ojos del gigante. El polvo del camino había puesto sobre ambos una espesa capa blanquecina. No se conocían. El herido, desangrado y febril, más débil que el niño, más sediento de amparo que aquella criaturita desnuda, le halló abandonado y solo sobre la carretera, y sobre el peso de sus heridas, que convertían en plomo sus músculos ágiles, quiso poner la dulce losa de aquella carnecilla tierna e inocente, y con ella, solo, sin ayuda de nadie, con la vista puesta en el arco de Monte Arruit, llegó a la posición al caer de la tarde, y sin pronunciar palabra acostóse tras el parapeto.

Aquella noche durmieron juntos, como un padre y un hijo, sobre la dura tierra. Resistió después el soldado a sus heridas. De la criatura sólo sabían los soldados que era un niño sediento, que bebía mucha agua… Durante los interminables días del asedio, entre el estruendo de las bombas y los ayes de los heridos, puso su nota amarga en Monte Arruit el llanto de aquel niño, que recorría sin conciencia del peligro, las resecas trincheras pidiendo a todos ¡agua!,¡agua!. Ya cuéntase que hasta los más egoístas se desprendían de su pequeña ración, y aquí y allá, en este y en el otro parapeto, se veía al pequeñuelo entre los brazos de un soldado, que, enternecido le entregaba el enorme tesoro de su cantimplora, casi exhausta.

Después de la evacuación nada se ha vuelto a saber de García Cabot. Nada se ha vuelto a saber tampoco del niño sediento. Sobre las trágicas laderas del montículo dícese que se hallaron dos cadáveres, el de un hombre y un niño, estrechamente abrazados. No había otro (ilegible), pequeño en la posición como (ilegible) de unos días del gigantesco (ilegible) no lo dudéis: García Cabot huyó también el día de la matanza con su horrorizado pequeñuelo. Y allí, frente a la carretera, a pocos pasos de la posición, cayeron ambos, asesinados de la manera más cruel y repugnante.

Y he aquí el trágico final de una pequeña historia, conmovedora y sencilla, de dos niños, un ángel y un soldado, cuyos cadáveres fueron descubiertos dos meses después unidos en estrecho abrazo, sin que la muerte horrible y descarnada hubiera podido borrar el gesto del último beso que puso el artillero García Cabot sobre la frente blanca de aquel niño desconocido…” Nota: El redactor de “ABC”, citaba el primer apellido del Artillero como García cuando realmente era González, siendo el nombre y apellidos correctos, Pedro González Cabot.


Recuperación de Monte Arruit: Un espectáculo dantesco, un padre y un hijo abrazados

Meses después, al recuperar las fuerzas españolas la posición de Monte Arruit, encontraron dos cadáveres fuertemente abrazados. Uno de ellos correspondía al de un niño pequeño indocumentado. El otro, si llevaba documentación: “…Artillero Pedro González Cabot, nacido el 28 de enero de 1898 en Santisteban del Puerto, provincia de Jaén…” (4).

De hecho y con respecto a este hallazgo, el rotativo madrileño “ABC”, bajo el título “…La ocupación de Monte Arruit…” y firmado por D. Antonio Pugés al cual, el detalle del hombre besando al niño, no pasó desaperceibido, publicaba lo siguiente el 26 de octubre de 1921 (textual) (6): “…Crónica telegráfica de nuestro redactor. Melilla 24. Urgente. Recibido el 25. Esta mañana han ocupado nuestras tropas Monte Arruit. La operación se ha realizado sin que haya habido que disparar ni un solo tiro. El enemigo ha seguido la táctica que viene observando, y que consiste en no presentar combate en terreno llano donde sabe perfectamente que habría de salir de la aventura fuertemente quebrantado. Así ocurrió el dia que se ocupó Zeluán; así ha venido ocurriendo en todas las operaciones de avance por aquellos sitios en que el terreno no les ha sido propicio. La operación de hoy ha sido, pues simplemente un paseo militar, complementario del que se hizo hace días para ocupar Zeluán. Como en todas las operaciones de avance por esta zona, han tomado parte en la de hoy las columnas de los generales Sanjurjo, Cabanellas y Berenguer (D. Federico), que han llevado el mismo orden que en las anteriores.

La columna del general Sanjurjo marchó por la derecha; la del general Berenguer por el centro, y la del general Cabanellas por la izquierda., y esto ha sido todo en lo que a la operación se refiere. No se ha tardado en ella más que el tiempo necesario para recorrer la distancia que separa Zeluán de Monte Arruit, que es de unos siete kilómetros. Se izó la bandera española en la parte más alta de la posición, entre vivas y aplausos de las fuerzas, y con ello terminó la primera parte de la jornada de hoy, en que nada tuvieron que hacer las fuerzas combatientes.

En lo que llamamos segunda parte, su misión había terminado: la obra por realizar no era de conquista, no era de lucha; era la piadosa obra de recoger a los cadáveres y darles cristiana sepultura. Antes de entra en la posición hablamos brevemente los periodistas con el comisario y con el comandante general de Melilla, que acababan de visitarla.

Tanto el general Bereenguer como el marqués de Cavalcanti estaban conmovidisimos.-Vean ustedes lo que hay allí dentro-. Es un espectáculo mucho más desolador que el de Zeluán Y asi era, en efecto. Por todas partes montones de cadáveres y de huesos calcinados. A un capitán de estado mayor le hemos preguntado acerca del número de cadáveres que allí había, y su contestación fue breve, pero expresiva –la columna- nos dijo -la formaban unos 1.500 hombres. De estos se han salvado 30, 40 acaso 50; resten esta cantidad de la que formaba el total de la columna y este es el número de los cadáveres. Es imposible dar una sensación del espectáculo.


Igual que los de Zeluán, presentaban los cadáveres de Monte Arruit actitudes dolorosamente trágicas, señales inequívocas de las horribles torturas a que habían sido sometidos. A muchos de ellos les faltaban los brazos o las piernas; algunos tenían la cabeza separada del tronco. En la vertiente que forma la pequeña colina de Monte Arruit y al lado de una tapia, los cadáveres estaban alineados de cuatro en cuatro, como en formación. Esto confirma la información que se publicó en la Prensa a raíz de la rendición de Monte Arruit, en la que se decía que los soldados recibieron orden de formar para una supuesta retirada sin armas, siendo en este momento fusilados por los moros.

Ninguno pudo escapar. Los que lograron escaparse de los compañeros fueron acribillados a balazos unos metros más a la derecha o a la izquierda. La crueldad rifeña no perdonó a nadie, ni siquiera a los niños. En la explanada y cerca de una máquina agrícola destrozada, aparecían los cadáveres enlazados y con las caras juntas, como besándose, de un padre y un hijo todavía muy niño. ¿A qué seguir si tampoco lograríamos dar la sensación aproximada de lo que hemos visto? A donde la más exaltada imaginación –en todo lo que se refiere a crueldades y abominables profanaciones- pudiera llegar, han llegado los rifeños. La descripción detallada sería más pálida comparada con la realidad. Los trabajos de higienización y enterramiento dieron comienzo inmediatamente después de ser ocupado Monte Arruit. Con un pañuelo atado a la cara, dejando solo al descubierto los ojos, a falta de caretas protectoras, cogían los soldados con palas los cadáveres que colocaban en parihuelas, llevándolos después a los camiones que los conducían a zanjas abiertas para enterrarlos.


La impresión que los automóviles camiones era espantosa. Por un lado colgaba un brazo, por otro una pierna, por el de más allá un cráneo. Algunos cadáveres, por efecto de la colocación, quedaban dentro del camión medio erguidos como presidiendo aquel horrible montón de huesos medio descarnados. Un detalle que demuestra hasta que punto ha sido horrible la crueldad de los moros es que han sido desenterrados los cadáveres de aquellos héroes que en la defensa de Monte Arruit perdieron la vida generosamente.

Uno de estos se presume sea el del teniente coronel Primo de Rivera a quien se pudo identificar por la falta del brazo que hubo de amputársele y por tener un diente de oro.


Varios hermanos de la Doctrina Cristiana (La Salle de Melilla ) ayudaron activamente a la humanitaria obra del enterramiento. También ayudaron varios Padres franciscanos y dos Padres jesuitas. Otras de las notas dolorosas las constituían los muchos particulares que iban de cadáver en cadáver para ver si podían reconocer en algunos a sus hermanos o hijos. Igual que sucedió en Zeluán, la identificación es poco menos que imposible, y el esfuerzo que estos particulares ha efectuado ha resultado en general, inútil. Sin embrago algunos cadáveres han podido ser identificados o al menos esta ilusión se han forjado sus deudos.

Entre los diversos documentos hallados en Monte Arruit hay uno que revela la situación en que se encontraban nuestras fuerzas días antes de la rendición. El documento es un vale para sacar carne de caballo con objeto de racionar a 300 individuos. El vale está firmado por un teniente del regimiento de África y lleva fecha del 8 de Agosto, o se el día antes de la rendición.- Antonio Pugés…” Sobre este hallazgo, el de los cuerpos abrazados del Artillero González Cabot y del niño, en otro diario de la época, quedaba recogido en la forma siguiente (textual) (8): “…Un grupo hace saltar las lágrimas a cuantos le contemplan; son muchos soldados los que, a falta de un pañuelo, se secan los ojos con el dorso de la mano.

Un niño de cuatro a cinco años aparece abrazado a su padre; la muerte debió de sorprenderlos cuando este daba a su hijo su último beso; en la frente del chiquillo se posan los labios del padre, y en el rostro de aquél se advierte la expresión de un miedo horrible…”




Pie de foto: Fuente en Santiesteban del Puerto,en recuerdo del muy humanitario Cabo Artillero Pedro González.



Recuerdos conmemorativos Una fuente, recuerda en Santiesteban del Puerto (Jaén) al Artillero D. Pedro González Cabot y al niño, fallecidos en la vorágine de sangre que tuvo lugar aquel ya lejano verano de 1921 en el que Melilla, estuvo a punto de caer en manos de las huestes capitaneadas por Abd-el-Krim. (5).


Fuentes: 1). “Como murió en África el heroico soldado Pedro González Cabot, que nació en Santisteban del Puerto (Jaén) el 28 de enero de 1898, según folleto publicado en la Revista “Nuestro Tiempo”, por el Teniente Coronel Diplomado de Estado Mayor D. Antonio García Pérez. “Nuestro Tiempo, Revista mensual, de ciencias y artes, política y hacienda”. Núm. 283, págs. 46 a 48, Madrid, julio de 1922, 2). “La Correspondencia de España”, nº 23.137, págs.. 1 y 2. Madrid, lunes 21 de noviembre de 1921- 3). “Francis”, web en Internet, “Historia, Pedro González Cabot. 4). “El Pater Luís Artillero y Cabot”, “Congregación del Santísimo Cristo de la fe. Cristo de los Alabarderos. Tribuna Informativa nº III año 2007”. Por D. Manuel Aledo, Congregante del Santísimo Cristo de los Alabarderos. 5). Fotografía de la Fuente del Artillero Cabot, encontrada en “Jaenpedia” y cuyo autor, es Alejandro Fernández. 6). “ABC” pág. 7, Madrid, a 26 de octubre de 1921. 7) “18 meses de cautiverio” “De Annual a Monte Arruit, (Crónica de un testigo), del Teniente Coronel D. Eduardo Pérez Ortiz, edición de Jesús M. Sánchez. 8). “El Desastre de Annual (1921) y su proyección sobre la opinión pública española”, por Celso Almuiña Fernández. 9). “La Época, últimos telegramas y noticias de la tarde”, nº 25.465, págs.. 1 y 2, Madrid, jueves 11 de agosto de 1921. 10). “El Desastre de Annual” de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March.


Hans Nicolás i Hungerbühler, 17 de abril de 2011

lunes, 8 de noviembre de 2010

EDUARDO MORALES DURILLO



1r Teniente de la Policía Indígena de Melilla:
Caballero Laureado de San Fernando

Hijo del Comandante de Infantería D. Eduardo Morales Navarro y de doña Juana Durillo Chico, había nacido en Linares (Jaén), el 4 de agosto de 1892. A los 15 años, ingresó como voluntario sin premio en el Regimiento de Infantería de Melilla núm. 59, un 23 de agosto de 1907, destino en el que prestó su servicio militar, hasta que una vez superados los exámenes de ingreso en la Academia Militar, ingresó en ella, incorporándose a la Academia de Infantería ubicada en el Alcázar de Toledo, un 4 de septiembre de 1909.
Eduardo Morales

Tras superar el plan de estudios establecido, obtuvo el empleo de 2º Teniente de Infantería el 23 de julio de 1912, incorporándose al Regimiento de Cazadores de Arapiles núm. 9, con guarnición en Alcalá de Henares (Madrid), yendo destinado al batallón mandado por el Caballero Laureado de san Fernando, el Teniente Coronel D. Alfredo Castro Ontaño. Con dicho regimiento, embarcó en Algeciras a bordo del vapor “Canalejas” rumbo a Ceuta. El 23 de mayo de 1913, se incorporaba a la zona de Tetuán.

Rápidamente participa en acciones de guerra ya que actúa en la protección de un convoy durante la ocupación de Laucién, el 15 de junio de ese año, atravesando unos tres quilómetros hostilizado por el recio fuego del enemigo por ambos flancos hasta lograr entrar en la posición. Siete días más tarde, toma parte en el reconocimiento de las alturas del Fuerte Busceja que muy pronto serán ocupadas por su batallón.

No transcurre ni un mes, cuando el 8 de julio interviene protegiendo a las fuerzas de Regulares en la loma de Arapiles durante el ataque al poblado de Samsa y, al mes siguiente, combate por las alturas del Decla hasta el poblado ya mentado (Samsa), dando protección al convoy que se dirige a Laucien.

Por el comportamiento observado y los méritos contraídos en los combates ya citados, es recompensado con la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, El resto del año, lo pasará en servicio de guarnición y protección a los convoyes en las Lomas de Beni Amaranzo, Loma Amarilla, Llanos de Río Martin, Ben Karrich y Beni Busman y así, hasta finales de enero de 1914 en que toma parte en la ocupación de Malalíen, en el que desaloja al enemigo en un durísimo combate en la Casa del Hoh.

Recibirá en abril, una nueva recompensa por los méritos contraídos y su comportamiento distinguido en los combates del segundo semestre de 1913, la Cruz de la Real y Militar Orden de María Cristina. El 31 de enero de 1914, ascendía al empleo de Primer Teniente de Infantería por méritos de guerra.

Al año siguiente, de forma accidental, pasó a mandar, el 25 de enero de 1915, la primera Mía del Tabor de Policía Indígena de Tetuán, junto a la que combatirá en Monte Negrón y Cudia Federico. Tiempo después, en el mes de junio, bajo el mando del Capitán D. Eleuterio eña, comandante de dicha Mia, vuelve a distinguirse en los combates del poblado de Maidua, el cual tuvo lugar por proteger la construcción del blocao “Kaus”. Esta vez, será felicitado personalmente por el Comandante General de la Plaza.

Tuvo no obstante que marchar por enfermedad a Madrid hasta restablecerse de la misma en agosto de 1915. Una vez curado regresa al servicio, incorporándose al Regimiento de Infantería de Asturias núm. 31, donde permanecerá hasta final de año en que volverá a Melilla.
Encuadrado en el Batallón de Cazadores de Chiclana núm. 23, el 23 de febrero de 1916, formando parte de la columna del General Friedrich, combate en Kaddur, hasta la ocupación de Trincheret, en cuya operación fue citado como “distinguido” en la orden general.

Arribó el 25 de marzo a Monte Arruit junto a su batallón, ocupando Arrof y Tifasor. Más tarde, se le asignó el mando de la 3ª Mía de la Policía Indígena de Melilla y posteriormente, al frente de la 4ª Mía, tomó parte en las operaciones de Chevira, Ifrán, Boara, Dar Bucada y Beni Said, encuadrado en la columna del Comandante Martínez Monje.

Durante la carga contra el enemigo que tuvo lugar en las Casas de Dar Buxada, el 28 de diciembre de 1916, cayó gravemente herido, cosa que no le impidió continuar el ataque persiguiendo al enemigo que huía, hasta recibir una nueva herida que le causó la muerte.
Por los méritos contraídos en el combate y el comportamiento tan distinguido que tuvo durante el mismo, en el parte militar de esta operación, se le consideró acreedor de la Cruz Laureada de San Fernando, la cual le fue concedida tras resultarle favorable la resolución del expediente de Juicio Contradictorio instruido al caso.

Sepultura de Eduardo Morales en el Cementerio de Melilla.
Custodiada por un soldado de Regulares, 2 de noviembre de 2010. Foto Pepe Marqués.

La resolución decía (textual):
“…El día 28 de diciembre de 1916, el primer teniente de Infantería don Eduardo Morales Durillo formaba parte de la vanguardia de las tropas que concurrieron a la operación para la ocupación de Dara-Buzzada (Melilla) al mando de una sección de Caballería de las Fuerzas de la Policía Indígena, cargando con su sección contra el enemigo que las hostilizaba desde las casas de Bu-Rahail; fue el primero en ocuparlas después de una lucha cuerpo a cuerpo, y, no obstante haber sido herido de gravedad en el pecho, continuó al frente de su fuerza con arrojo extraordinario la persecución de aquel hasta darle alcance y dispersarle, recibiendo nueva herida en la cabeza, que le causó la muerte.

El Rey ha tenido a bien conceder al primer teniente don Eduardo Morales Durillo la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando.
Madrid, 12 de noviembre de 1919.
Tovar…”

Hans Nicolás i Hungerbühler, 3 de noviembre de 2010

lunes, 31 de mayo de 2010

Enrique Nieto y su época: Nuevo libro

Universitarios de Granada visitan la ciudad para cursar un seminario
Diario El Faro de Melilla, jueves, 27 de Mayo de 2010

por Andrés Moraga

Un grupo de diez estudiantes de distintas Facultades, que se encuentran realizando la segunda parte de ‘Melilla Modernista’, estarán en Melilla hasta el próximo sábado.
Diez alumnos de distintas Facultades de la Universidad de Granada, entre las que se encuentran las de Bellas Artes, Arquitectura, Historia e Historia del Arte, se encuentran visitando hasta el próximo sábado la ciudad. El motivo de la presencia de estos estudiantes en Melilla es el desarrollo de la segunda parte del Seminario Permanente de Historia del Arte titulado ‘Melilla Modernista. Enrique Nieto y su época’.





Foto.- De izquierda a derecha: Francisco Marqués Vivancos, ex presidente de la Cámara de Comercio de Melilla, José Antonio Vallés, presidente de la Fundación Melilla Ciudad Monumental y Salvador Gallego, director académico de esta actividad.

En esta iniciativa participan activamente, además de la Universidad de Granada, el Campus de Melilla y la ‘Fundación Melilla-Ciudad Monumental’.
Tal y como afirmó el presidente de la entidad, José Vallés, “este proyecto se une a la iniciativa que se lleva a cabo todos los años con algunos estudiantes de la Universidad de Barcelona y la que se realiza con aquéllos provenientes de la escuela diplomática”.
Uno de los objetivos primordiales, que también es compartido por el delegado del rector de la Universidad de Granada en Melilla, Sebastián Sánchez Fernández, es “dar a conocer a Melilla y cambiar, en cierta medida, el concepto que ‘a priori’ la opinión pública tiene de la Ciudad Autónoma”.
Los alumnos están tutelados por el doctor Salvador Gallego Aranda, director académico de la actividad, que agradeció el “constante e incondicional apoyo recibido tanto por su decana, María Elena Martín y por su Departamento”. Éste también aprovechará su estancia en la Ciudad Autónoma para presentar hoy, a partir de las 20:00 horas, en el Hotel Tryp Melilla Puerto, una nueva obra titulada ‘Enrique Nieto, un paseo por la arquitectura’.


viernes, 7 de mayo de 2010

PEPE GAMEZ - VIAJERO CON INSPIRACION ARTISTICA




EL RIF EN EL CORAZON
El pintor y escultor melillense Pepe Gámez exhibe en la sala de exposiciones del Club Náutico de Melilla del 5 al 16 de mayo una colección de 60 cuadros con pinturas relativas a paisajes del Rif, Alhucemas, zocos mercados y sus gentes. La intrahistoria de esta exposición nace en el año 2008 en un viaje por el Parque Natural de Alhucemas cuando tuve la ocasión de acompañar a Pepe Gámez. Nuestro guía llamado Hassan , tiene una de las casas rurales gracias a la iniciativa de la ONG -MPDL a la entrada de la pista que nos lleva al Peñón de Vélez de la Gomera.

La instantánea muestra a Pepe Gamez junto a la playa de Bades en cuyo paisaje se inspiró para pintar unos de sus cuadros.
La ciudad de Bades fue fundada en el siglo XIII por Abu Yacoub Albadisi (1219-1313), fue un gran sabio y su morabito sigue siendo lugar de peregrinación. El puerto de Bades en el siglo XIV era frecuentado por barcos comerciales europeos , manteniendo un próspero intercambio comercial con la ciudad de Fez. De aquel esplendor sólo quedan algunos restos de murallas en la ladera de la montaña pues la ciudad desapareció en el siglo XVII a causa de las guerras y las inundaciones. A Pepe Gámez también le impactaron las historias de los piratas de la Bocoya , la aventurera visita de vértigo al pueblo de Adouz y del terrible destino de sus habitantes cuando en el año 1898 fueron atacados por Boucetta Ibn el Bagdadi , poniendo punto y final a la piratería en el Rif. Es por tanto una ocasión el poder contemplar en esta exposición la transformación de la retina del viajero a la plasmación del cuadro del artista, contribuyendo con la venta de los mismos en fondos para la Asociación Cultural de Discapacitados de Alhucemas. Esta iniciativa cuenta a su vez con el apoyo de de la Consejería de Economía de Empleo y Turismo en su programa de fomento de la artesanía local.

Artículo y fotografías: Juanjo Florensa

domingo, 4 de abril de 2010

V. RODILLA. ESCULTOR IMAGINERO



Tras aprender el oficio de escultor en su Valencia natal, cumpliendo el servicio militar en el año 1923, realizó en nuestra ciudad su primera obra de arte sacro: la imagen de San Fernando para la Capilla Castrense

V. Rodilla: escultor imaginero de fama

mundial iniciado en Melilla

por Juan Díez y José Marqués


El artista escultor Vicente Rodilla Zanón, nacido en Siete Aguas, provincia de Valencia en el año 1901, recobró protagonismo recientemente en nuestra ciudad por el hallazgo de parte del mapa de España en relieve que ejecutó en 1924 junto a la pista de patinaje.
Un hallazgo realizado en el transcurso de las obras de rehabilitación del Parque Hernández y que nos impulsó para ahondar aún más en la trayectoria artística de su autor: V. Rodilla. Poniéndonos para ello nuevamente en contacto con su hijo, investigadores e instituciones de la Comunidad de Valencia. Y fruto de todo ello ha sido un enorme caudal de información relativa a su producción artística, que durante las décadas que siguieron a la finalización de la guerra civil estuvo centrada en la imaginería, cuyo primer trabajo realizó en nuestra ciudad: Una imagen de San Fernando destinada al culto en la Capilla Castrense.
Un protagonismo melillense que toma aún mayor interés por el elevado lugar que ocupó V. Rodilla entre los imagineros de la Escuela Valenciana de Posguerra, así como por el hecho de que residiera con nosotros entre los años 1923 y 1929, e incluso aquí contrajera matrimonio y le naciera su primer hijo. Pues terminada la mili continuó trabajando como profesor en la Escuela de Artes y Oficios.
Es por ello, y con ocasión de la celebración de la Semana Santa, que a continuación evocamos someramente la figura de Rodilla como gran maestro de arte sacro.

Imagen de San Fernando
En el transcurso de la estancia de Vicente Rodilla en Melilla, a finales del año 1923 concluyó la que sería su primer trabajo de arte sacro: La imagen de San Fernando, Patrón del Cuerpo de Ingenieros, destinada a su culto en la recién inaugurada Capilla Castrense. Levantada en el Barrio del Mantelete, sobre los terrenos de la antigua Comandancia de Artillería gracias a proyecto de Francisco Carcaño Más, Ingeniero Militar, escritor y periodista melillense.
Luego de dos meses de trabajo a contrarreloj, Vicente Rodilla pudo concluir la obra gracias al apoyo constante de su jefe, el coronel de Ingenieros Luis Andrade. Quien le ayudó a superar los últimos obstáculos que impedía concluir la talla, pues ésta debía contar con artística decoración ornamental difícil de realizar en Melilla por la falta de profesionales competentes. Pensándose incluso en trasladar la figura a la Península para tal menester, con la consiguiente posibilidad de que se deteriorase. Más felizmente, a última hora los esfuerzos del coronel dieron sus frutos y se pudo tener el auxilio de dos soldados artistas también de la Comandancia de Ingenieros, el decorador barcelonés José Espalta y Andrés Contreras que confeccionó el logrado repujado de la espada que esgrime el Santo.

En el mes de abril del año 1924 V. Rodilla también participó junto con los soldados José Espelta y Temístocle Rodríguez en la confección de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y un cuadro al óleo de San Vicente Paúl, obsequios realizados a Sor Josefina Pescador, Madre Superiora del Hospital de la Cruz Roja de Melilla.

La imagen fue bendecida por el vicario castrense, Sr. Maza, y actuaron como padrinos la señora del coronel médico Sr. Coll y el coronel de Ingenieros Sr. Andrade.

Consagración
La ratificación de Vicente Rodilla como excelente maestro imaginero le vino dada en los años de mayor auge en España en la realización de tallas religiosas y otras artes menores anexas. En las décadas que siguieron a la finalización de la guerra civil española, cuando hubo necesidad de reponer las miles de obras de arte que en iglesias, conventos, ermitas , capillas y hermandades fueron destruidas por los marxistas y anarquistas en su “cruzada” cargada de tanto odio y rencor como ignorancia.
Una gran demanda de arte sacro que enseguida propició negocios oportunistas como el emprendido por algunos talleres en Madrid y Cataluña, que inundaron el mercado de imágenes confeccionadas en serie, de modo industrial y más económico. Ante ello, y seguramente a instancia de los artistas valencianos, el arzobispo Prudencio Melo creó una comisión de control, que mediante la comprobación de bocetos y su confección con maderas nobles, veló por la recuperación del patrimonio artístico y por ende de ofrecer trabajo a los aproximadamente veinticinco talleres entonces dedicados a ello en Valencia. Siendo uno de éstos el propiedad de Vicente Rodilla, que al igual que los otros conoció una época dorada. Prueba de ello es que tan sólo el Arzobispado de Valencia tiene inventariadas ciento quince imágenes firmadas por V. Rodilla en esa provincia.
Excelente momento que comenzó a menguar tras los aires innovadores en la Iglesia surgidos en el Concilio Vaticano II ( 1962 – 1965 ).
Vicente Rodilla en el año 1945 fundó el Gremio de Imagineros, menester que lo llevó a representar a sus compañeros artesanos como Procurador en Cortes.


Cristo en la columna, Alzira


Arzobispado de Valencia
Buena parte de la obra religiosa realizada por V. Rodilla en su provincia natal la conocemos gracias al detallado inventario de su patrimonio confeccionado por la dirección del archivo metropolitano del Arzobispado de Valencia. Donde nuestro escultor figura como autor de al menos ciento quince imágenes, de ellas cuarenta representan las figuras de santos, veintisiete de Jesucristo, otras cuarenta de vírgenes y tan solo una del Creador.
De entre los santos más elaborados figuran San Juan Bautista y San Vicente Ferrer. Mientras que de las advocaciones de vírgenes destacan la del Rosario, Dolores y los Desamparados. Y finalmente de entre el conjunto de imágenes de Jesucristo más divulgadas por V. Rodilla están las del Sagrado Corazón de Jesús, Cristo Crucificado y Ecce Homo.
Una ingente obra que se puede admirar en 65 localidades de la provincia de Valencia. Siendo en la capital de la Comunidad donde está más visible el genio creativo de Rodilla, en concreto con 9 imágenes repartidas por siete parroquias. Le sigue la población de nacimiento del artista, Siete Aguas, en cuya iglesia de San Juan Bautista dejó 8 trabajos: San Blas, Santa Recicla, Cristo de los Afligidos ( en la Cruz ), Cristo Santísimo, Virgen de los Dolores, la Purísima Concepción y dos San Juan Bautista. Y por último la localidad de Benifayo, con cinco imágenes expuestas en su Parroquia de San Pedro Apóstol.

Algunas obras
De entre los cientos de trabajos de arte sacro ejecutados en el taller regentado por nuestro admirado maestro escultor V. Rodilla, con carácter orientativo podemos mencionar las que realizó en la casa natal de San Vicente Ferrer en Valencia capital. Y entre las que se procesionan en el transcurso de la Semana de pasión, dos que lo hacen en la localidad de Alzira y una tercera en Sagunto.
Con motivo de la conmemoración del V Centenario de la canonización de San Vicente Ferrer, en el año 1955, a V. Rodilla se le encargó para la casa natal del santo en la capital del Turia, la realización de una talla en madera de este Santo Patrón de la Comunidad de Valencia, en estilo barroco y actitud de predicar, así como el retablo del altar, de estilo gótico con madera tallada y patinada.
Por solicitud de la Cofradía del Cristo en la columna de Alzira, V. Rodilla confeccionó en 1955 el conjunto de igual denominación, que consta de las imágenes de Jesús, un soldado y dos verdugos. Y al año siguiente realizó el Cristo Crucificado en la Agonía, en tamaño natural y que en la actualidad constituye uno de los mejores pasos de la Semana Santa de Alzira.
Y finalmente, recordar que bastantes años atrás, en 1942 y en Sagunto, para la Cofradía de la Purísima Sangre realizó en madera el Santo Sepulcro, cuyo original fue quemado en 1936.
Podemos también mencionar que Vicente Rodilla vio asaltado su taller y tuvo que esconderse durante algún tiempo en los inicios de la guerra civil, así como sufrió prisión por un único delito: ser hermano de un religioso.

Virgen Japonesa
En los últimos años nuestro escultor se amoldó a las exigencias de la moda funcional y con notable éxito otorgó ligereza y libertad a sus imágenes, tanto laicas como religiosas.
Posiblemente la obra de Vicente Rodilla que más atención despierta se encuentre muy lejos de España, en Japón. Hasta donde llegó la fama de nuestro escultor y encargo de una virgen exótica, de ojos oblicuos. Que levanta tanto y cariño y veneración como curiosidad entre quienes la contemplan.
Cuando la demanda de imágenes religiosas declinaba, el espíritu inquieto e innovador de Vicente Rodilla comenzó a practicar con trabajos de mosaicos en relieve, unos trabajos de gran belleza y ostentación que pronto le repostó fama mundial. Utilizando técnicas de su invención a partir del año 1959, recibió infinidad de encargos tanto de España como del resto del mundo. Llegando en ocasiones a emplear hasta treinta mil teselas de mármol para confeccionar uno de sus murales en relieve.

Rodilla que también practicó la pintura al óleo, falleció a la edad de setenta y tres años, el 29 de agosto de 1974. Quedando para la eternidad su amplia y elevada obra, su nombramiento como Hijo Predilecto de Siete Aguas y el título de una calle en Valencia capital: “Escultor Vicente Rodilla”:


Otros artistas en la Melilla de los años cincuenta
Gracias a la consulta del programa de la Semana Santa de Melilla editado en el año 1954 por publicidad “AVANZA” y confeccionado en los talleres de Gráficas El Cisne de nuestra ciudad, conocemos algunos datos acerca de aquellos artistas que con maestría y mucha laboriosidad ejecutaron algunos pasos de los que se procesionaban por nuestras calles en los años cincuenta del pasado siglo, un momento de auge de la religiosidad local iniciado algo más de una década atrás con la finalización de la guerra civil española.
Uno de los artistas que en Melilla realizó trabajos de talla en madera fue Juan Miguel López que tuvo taller propio en el número 36 de la calle Cabo Noval del Barrio del Tesorillo y por sus méritos había sido galardonado con algunos primeros premios en varias exposiciones así como una Medalla de Honor.
Dedicado también a la decoración de inmuebles y restauración de imágenes. Confeccionó el trono destinado a la Virgen María Santísima de los Dolores, de la Cofradía del Barrio del Real. Primorosa labor en la que contó con la ayuda de otro maestro, el tallista sevillano Ricardo Ramírez Toranzo. El cual en la capital andaluza ya había realizado varios tronos, como los de Nuestra Señora de Monserrat y el de la Santísima Trinidad.
También en Melilla, Ricardo Ramírez proyectó y ejecutó tres tronos para la Cofradía del Barrio del Real y otro para la de Batería J., este último realizado en los talleres del antiguo Cuartel de Automovilismo de nuestra ciudad.
Igualmente en la década de los cincuentas del pasado siglo residía entre nosotros el escultor José María Palma Burgos, de origen malagueño y que entonces contaba veintiséis años de edad. Quien entonces, concretamente en 1954 ya había laborado en Melilla dos altares – retablos y un monumento al Héroe Incógnito para La Legión.

Agradecimiento
Finalmente, desde estas páginas deseamos agradecer a Don Vicente A., doña Encarnación y doña Amparo Rodilla Garrido, hijos del escultor, así como a D. Aureliano Lairón Pla, Cronista Oficial de Alzira y Archivero de su Ayuntamiento, la valiosa información literaria y gráfica facilitada para la confección de este artículo.

Artículo publicado en el diario digital de Alzira, El Seis Doble, el jueve 1 de abril de 2010. Y el domingo 4 de abril de 2010 en el suplemento del diario Melilla Hoy.

lunes, 22 de marzo de 2010

El arte sacro de Rodilla, exponente de la Semana Santa de Alzira


por Ventura García/ Melilla. Diario SUR, 22 de marzo de 2010


El imaginero es autor de una escultura que procesiona cada año la Hermandad de Caballeros de Cristo Crucificado en la Agonía

El artista valenciano que dejara su impronta en Melilla durante los años veinte repartió por todo el levante español un amplio legado sacro

Algunos historiadores consideran que Vicente Rodilla se presentó al mundo como artista durante su breve estancia en la ciudad, un periodo de muy pocos años que el valenciano cerró tras haber cumplido con la patria, contraído matrimonio y tenido un hijo que hoy en día se afana por conservar la memoria de su padre. En Melilla dejó una serie de placas, varias esculturas y un mapa en relieve de la geografía española que hace unos meses volvió a ver la luz tras medio siglo de oscuridad.

Cuando Rodilla regresó a su tierra, su carrera como artista fue evolucionando año tras año hasta alcanzar una notable fama y un merecido reconocimiento. La Iglesia se convirtió entonces en uno de sus más importantes clientes y el arte sacro en una de sus especialidades. Sus imágenes se procesionan aún en varios pueblos del levante español, sus mosaicos en relieve decoran todavía las paredes de algunos templos. Y es que su catálogo de obras es tan amplio como interesante, tan extenso como variado.

Cristo
Una de las imágenes talladas por Rodilla que en mayor medida ha trascendido a su autor, es la del Cristo Agonizante. La escultura, creada a tamaño natural costó 17.000 pesetas de la época y fue bendecida en el templo de San Juan el domingo 23 de marzo de 1956. Dos personalidades del lugar, don Lisardo Piera Rosario y su esposa, doña María Virtudes Muñoz, apadrinaron el solemne acto.
La Hermandad de Caballeros de Cristo Crucificado en la Agonía, que cuenta en la actualidad con 346 hermanos, es la que procesiona esa imagen de Rodilla por las calles de Alzira. Esta institución fue fundada el primer día de febrero de 1955 por un grupo de jóvenes que pertenecían al movimiento de Acción Católica de la Parroquia de San Juan Bautista. Sin embargo, aquel año no contaban aún con la talla y procesionaron una estampa del Cristo de Limpias.

La Hermandad se caracteriza por su talante profundamente austero y penitencial; su norma es guardar un riguroso silencio y se precia de haber sido la primera e disponer de banda de tambores y timbales. Once años después de su fundación, empezó a acompañar sus procesiones de siete cruces de madera con pendón negro y pergamino; cada una de ellas muestra las leyendas correspondientes a las siete palabras que Jesús pronunció en su agonía.
Tanto el traslado de la imagen titular, que se completa el Miércoles Santo desde su capilla de la Parroquia de San Juan hasta la Iglesia de Santa Catalina, como la procesión general del Santo Entierro, concitan a cientos de personas, de devotos de una talla nacida de las manos de Vicente Rodilla Zanón.
San Fernando
Los historiadores aún tratan de seguir la pista a la imagen de San Fernando que el artista labró prestando el servicio militar en el Regimiento de Ingenieros de Melilla. Es una de las obras firmadas por el valenciano de las que hay constancia en los escritos de la época y una de sus primeras aportaciones al arte sacro. También alguna de sus placas se erige tras el Cristo que se conserva en el acuartelamiento de la Legión.